Aquel pequeño tintineo logró que sus párpados se abrieran
con recelo. Por el dorso del cristal corrían pequeñas gotas de lluvia,
mostrando lo que probablemente sería otro día triste y monótono. El cielo se
mantenía oscuro, las nubes tapaban aquel astro una vez más, dando un tono
sombrío y melancólico al día, si es que aún podía llamarse así. Por unos
minutos fijó su vista en la pared que había delante de sus ojos ¿Debía darse la
vuelta y averiguar si Ji Yong seguía ahí? ¿O era mejor fingir dormir y evitar
la realidad? Suspiró tanto como su corazón y su mente le permitió, como deseaba
tener en sus manos un pequeña máquina que le devolviera todo aquello que
deseaba recuperar. Viajar unos años atrás, justo a aquellos primeros meses en
que su relación con Ji Yong comenzaba a surgir con lentitud. Las tardes en el
parque, los días en la playa, los paseos tomados de la mano y aquella tarde en que
le dio su primer beso. Sonrió con tristeza al recordar el pasado, aquella vez
estaba tan nerviosa. Llevaba un lindo vestido color cereza que llegaba hasta
sus rodillas, recordaba las horas que paso en la mañana delante de su armario
intentando elegir el vestido correcto para la ocasión. Ji Yong la había
invitado la noche anterior, quería mostrarle algo, no había sido muy concreto,
solo le pidió que se pusiera linda. Aquel rubor que se apoderó de las mejillas
de él cuando la fue a buscar a su casa, lo notaba tan nervioso, la hacia sentir
como una niña pequeña, como si con él todo fuera por primera vez. Y luego aquel
hermoso atardecer, la sensación de sus labios sobre los suyos, aquel ligero
roce que había significado tanto para ambos. Con su muñeca desnuda limpió
aquellas pequeñas gotas que se escapaban por sus ojos y tomo aire, el
suficiente y un poco más. Tenía miedo y una pequeña esperanza, pero sabía que
sino era capaz de afrontar las cosas ahora no lo haría nunca más, sus manos
arrugaron con fuerzas las escasas sábanas que tapaban su figura y giro su
cuerpo, encontrándose una vez más con aquel lugar vacío. De nuevo sola.
Sus pies tocaron bruscamente el suelo de mosaicos y su
cuerpo se irguió sobre sus rodillas, echando a correr hasta la puerta
buscándolo por todos lados: La sala, el baño, la habitación de invitados y la
cocina, buscaba y buscaba pero no estaba. Abría las puertas de las habitaciones
con fuerza, ni siquiera importaba que hiciera ruido, todo daba igual porque por
más que azotara aquella madera con más brusquedad nunca le devolverían a su Ji.
Retrocedió hasta que su espalda chocó contra la pared, olvidó sus heridas
superficiales y se centró en aquellas interiores, aquellas grietas que perdían
los hilos que los mantenían unidas, y que ahora se desgajaban como trozos de
tela. Dolía tanto aquello, incluso habría preferido que Ji Yong apareciera
borracho por esa puerta con el aroma de una mujer, le daba igual, lo quería a
él, lo necesitaba, no importaban las circunstancias, pero quería al chico que
tanto la amaba y que por ella daba la vida, aquel que la espero bajo la lluvia
para decirle que la amaba, aquel que la trataba como una muñequita de
porcelana, con tanto cuidado y amor por miedo a que se quebrase ¿Por qué era
tan difícil todo? ¿Por qué? Ahora que sabía lo que era tenerlo lejos y no verlo
al despertar con sus cabellos revueltos a su lado y aquella sonrisa risueña,
ahora sabía lo que de verdad lo amaba. Y se sentía inútil una vez más, todo
volvía a ocurrir por su culpa.
Sus pulmones intentaban tomar todo el aire posible, pero
apenas podían darle oxígeno ya, aquel ritmo descontrolado de su corazón provocaba
muchos problemas. Las lágrimas salían una detrás de otra y el llanto era más
sonoro que otras veces. Idiota. Eso era, una idiota, debía haberlo retenido,
cerrar la puerta y no dejarlo marchar, pero ahora era demasiado tarde, la había
abandonado.
Con paso tembloroso caminó hasta el baño, cayendo de
rodillas al borde de la bañera, el agua comenzaba a llenar aquel recipiente con
rápidez, con el mismo ritmo que las lágrimas seguían saliendo. Apoyó sus manos
en la porcelana y se hundió entre aquel líquido. Sus piernas comenzaban a desaparecer
por debajo del agua, sus rodillas, su estómago y luego su pecho. Su cuerpo se
disipaba con los minutos, tanto hasta que sus ojos tuvieron que cerrarse por no
soportar aquella incomodidad en sus pupilas. Se sentía extraña allí, podía
sentir paz y tranquilidad, pero su corazón seguía igual de agitado, incluso
creía que debajo del agua las lágrimas seguían saliendo. Un ligero sabor
metálico comenzaba a inundar su boca, ni dulce ni agradable, era extraño de
describir. Pero ni siquiera le puso importancia, no le estorbaba para nada
aquello. Solo seguía molestando aquel vacío que estaba en su corazón hueco,
hueco porque toda su masa se le había llevado Ji Yong con él ¿Cómo puedes
ayudar a latir a un corazón sin vida ni ganas de funcionar? Aunque lo alientes
y le des esperanzas, él nunca latirá igual, sabes que tarde o temprano dejará
de hacerte caso y se parará, sin previo aviso, solo esperará al momento
indicado para apagar la luz de tu cuerpo, ocultándote bajo un velo negro que
cubrirá tus ojos por siglos.
-
¡¡Liah!! ¡¡Liah!! ¡¡Mi amor responde!!
A veces el corazón elegía el momento oportuno para
arrebatarte la vida y en otras se equivocaba. ¿Y esta vez? ¿Era acaso la hora? Tenía
frío, tiritaba ¿Quizás ya había pasado? Pero si era así ¿Por qué escuchaba su
voz angustiada a su lado? ¿Él estaba ahí? Apenas tenía fuerzas, quería moverse
pero no podía, su cuerpo dejó de reaccionar. Impotencia. Ahora era lo único que
sentía, impotencia y arrepentimiento. Él estaba a su lado y ella no podía ver
por última vez aquellos ojos que tanto amaban, ni siquiera podías escuchar ya
cuando decía con timidez que la deseaba. Rió amargadamente para ella y se
recordó algo, cuando un reloj dejaba de mover sus manecillas era difícil que
volviera a funcionar, pero no era imposible
-
¡¡Caugh caugh!! – tosía ahogadamente
-
¡¡Liah!! ¡¡Mi princesa respira!! – ladeando su cuerpo
para que escupiera el agua que estaba en sus pulmones – Respira mi pequeña….-
abrazándose a su cuerpo húmedo – Respira por favor…
-
Ji Yong-ah…
-
Shhh no hables amor…- derramando algunas lágrimas –
-
Ji Yong-ah…- volvía a repetir - ¿E…eres tú?
-
Si mi amor…- juntando sus manos – Soy yo, estoy aquí
contigo…- acariciando su rostro
-
¿No te irás?
-
No…- casi ahogándose con su llanto – Jamás me iré de tu
lado, nunca me separaré de ti Liah…- tomando aire – Te lo prometo mi ratoncita
Una sonrisa se dibujaba en su rostro húmedo por el agua de
la ducha y por algunas lágrimas de felicidad que se escapaban por sus pequeños
ojos. Él estaba ahí y prometió no irse, su Ji Yong había vuelto y esta vez no
se iría, se quedaría con ella, ya nunca más volvería a sentirse sola porque él
estaría ahí para acompañarla. Eso quería decir que ¿la tormenta había pasado o
solo se apaciguó por unas horas?
hola mi nombre es janet.
ResponderEliminarconosi a ariadna por una red social y con el paso de los dias conosi sus lemons y hoy en dia pudo decir q para mi es la mas grande escritora.
no dejen de vicitar este blog.
DIOS CASI MUERO :D Ame la historia :33
ResponderEliminar