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¡¡Ayita, ayita!! – moviéndose
juguetonamente en su sillita
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Min Woong… - abriendo sus
grandes ojos para ver al bebé que la llamaba con aquel apodo tan cariñoso
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¡¡Ayita, ayita!! – abriendo
sus manitas insistentemente para que lo tomaran en brazos
Amaba aquella pequeña sonrisa que ponía
Min Woong al verla aparecer por las puertas del orfanato. Elette y ella habían
encontrado al bebé solo en las calles del barrio, al parecer sus papás lo
habían abandonado a su suerte. Cada vez que lo veía una sensación extraña
crecía en ella, unas ganas de tomarlo entre sus brazos y darle un hogar feliz,
quizás su lado maternal estuviera saliendo a la luz.
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¿Cómo ha estado Min Woong? –
dijo Elette acercándose a una de las enfermeras que lo atendían
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Hoy no ha querido jugar con
nadie, ha pasado el día acostado en su cuna- dejando escapar una pequeña risa
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¿Acaso está enfermo? – la
miro asustada Ari
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No tranquila, yo misma me
encargué de revisarlo y no tiene nada. A mi parecer creo que hoy está algo
perezoso – revolviendo los cabellos del niño
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¿Puedo jugar con él?
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Claro que si pequeña, Min
Woong lleva varios días esperando a que juegues con él – concluye con una
sonrisa deslumbrante en su rostro – Elette…- observando a la otra jovencita -
¿Podría hablar contigo en privado?
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Claro que sí señorita –
dedicándole un pequeña reverencia –
Tenía un mal presentimiento. La voz de la
enfermera había cambiado radicalmente cuando se dirigió a ella ¿Había pasado
algo malo?. La puerta de aquella oficina decorada con flores de todas las
clases y una pila de carpetas en su mesa, se abrió. Seoh Ah se sentó en aquella
silla tan cómoda y medito por unos segundos antes de pronunciar cualquier
palabra. Desde allí podía notar el nerviosismo de su amiga, sus pies se movían
insistentemente arriba y abajo y su pecho subía y bajaba toscamente.
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Elette…- con voz suave
intentando captar la atención de la muchacha – No me quería ver en la
obligación de tener que decirlo de esta manera, preferiría que no lo supieras,
pero tarde o temprano os enteraríais – ofreciéndole un vaso con zumo de cerezas
–
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¿De que hablas Seoh Ah? ¿Qué
ocurre? – depositando aquel recipiente en la mesa de madera amarillenta –
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…- mostrándole la espalda a
Elette – El orfanato va a cerrar
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¡¿Qué?! – exaltada - ¿Cómo
que va a cerrar? ¡¡No puede cerrar!! – poniéndose de pie - ¿Qué pasará con los
niños? ¿A dónde irán?
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Estamos escasos de dinero
Elette – escondiendo sus manos en la bata blanca que vestía – Cada vez llegan
más niños con enfermedades, las medicinas son muy caras y muchos pacientes necesitan
de tratamientos completos – fijando su vista en los edificios de la ciudad de
Seúl que mostraba la ventana – Llevamos varios meses sin pagar el alquiler del
hospital, la agente inmobiliaria nos dio un ultimátum hace un mes, sino
pagábamos debíamos abandonar el orfanato – suspiró con resignación – El dinero
estaba recogido, solo hacía falta dárselo y pedir disculpas pero la semana
pasada llego una pequeña con cáncer – girándose para observarla con ojos triste
– Sabes que significa mucho para mi este lugar pero no podía negarle a la
pequeña seguir con su vida, sabes que no está en mi ética pensar en el dinero
antes que las personas
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Pero y ahora…- acercándose
hasta ella - ¿Los niños a donde irán? ¿y vosotras? ¿Qué pasará con vosotras?
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La agencia se apropiará del
hospital y lo derruirá para construir una zona residencial y en cuanto a los
niños – mordiendo su labio para contener las lágrimas – Volverán a las calles –
bajando la cabeza – Mi casa es pequeña, solo puedo coger a algunos de los
pequeños al igual que las otras enfermeras, los niños deberán volver a las
calles de Seúl
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¿Y si pedimos que los
adopten? Son niños muy buenos y con un gran corazón, seguro que habrá familia sin hijos que quieran adoptar bebés
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Elette, pequeña – tomándola
de los hombros – Créeme que lo he intentado pero piénsalo bien ¿Crees que la
gente de alta sociedad adoptaría a un niño que se ha criado en la calle y está
enfermo?
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Pero…- intentando refutar su
teoría –
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Se que es absurdo ese
pensamiento pero es la realidad pequeña – volviendo a su asiento – Pero ha algo
que me preocupa más – tomando un bolígrafo de su mesa para distraerse – No
puedo acoger a Min Woong en mi casa, por lo tanto solo quedan dos opciones: que
vuelva a la calle o que Ari o tú os lo llevéis con vosotras
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Min Woong no puede volver a
la calle Seoh Ah, es solo un bebé, apenas tiene 1 año y medio
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Lo sé, créeme cuando te digo
que yo también sufro por todo esto pero la única manera de salvar a Min Woong
es que os lo llevéis vosotras, es uno de los más pequeños y por consiguiente es
el que más me preocupa – anotando algo en un papel – Los demás ya son mayores,
saldrán adelante pero él no podrá crecer sin una familia y lo sabes
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Pero Ari no puede llevárselo
con ella, sabes como es su familia, su padre, sabes como actuaría su padre si
se enterara de que lleva a un bebé a su casa
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¿Y tu? Tu madre no goza de
muy buena situación económica pero podéis salir adelante y en cuanto a sus medicinas, podéis pedírmelas
a mi, yo puedo suministráoslas
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Pero yo tengo una hermana
pequeña, no se si madre estará dispuesta a adoptarlo
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Toma – entregándole una
pequeña nota – Es mi número, llámame y dame tu respuesta, el orfanato se
cerrarán dentro de 4 días
Salió de aquella oficina con el corazón
en un puño, no podía abandonar a su suerte a Min Woong en la calle, sabía muy
bien que estaba enfermo, necesitaba un tratamiento especial para su corazón;
pero no podía contar con Ari, si llevara a Min Woong a su casa todo iría a peor
y no era lo conveniente, la última esperanza era su casa. Desde detrás del
cristal negrizo observaba como su amiga jugaba con el bebé, sin duda llegaría a ser una gran madre.
Trataba al pequeño como si fuera su propio hijo, incluso meses atrás soñaba con
algún día poder adoptarlo, al parecer con el paso de los años la relación entre
ellos dos cada vez era mayor.
Aún recordaba como si fuera ayer cuando
encontraron ella y Elette a Min Woong. Habían salido de la universidad, el día
estaba oscuro, los edificios oscurecían las calles desiertas de Seúl. De nuevo,
como todos los días, caminaban de regreso a casa. Cogidas de las manos saltaban
los charcos que había dejado la lluvia de la noche anterior, mostrando la
carretera unos pequeños ríos de agua sucia. Era la hora exacta, la hora del
almuerzo, siempre esperaban hasta esta hora para correr hasta su casa; antes de
aquella hora era probable encontrarse con un grupo de chicos mayores que
siempre les decían cosas indecentes, y eso les asustaba. A pesar de sobrepasar
el mínimo de la edad adulta aun se sentían como niñas pequeñas al pasar por las
calles de su barrio, no eran solo las casas derruidas las que asustaban, sino
las personas que vivían en aquel residencial olvidado y mugriento. Drogadictos,
alcohólicos, prostitutas; todas las clases bajas de la sociedad se asentaban en
aquel sitio, justo donde vivían Elette y Ari. Su camino era siempre el mismo,
tomaban el callejón que estaba al lado de la Iglesia abandonada y luego seguían
recto para llegar a la fuente, desviándose una vez allí hasta sus
correspondientes hogares. Se habían entretenido en el cerezo que había en
aquella catedral abandonada, aquel árbol frutal daba unas frutas muy
apetitosas, era la época en la que estaba en flor, y ellas adoraban recoger sus
flores para ambientar sus habitaciones con aquel rico olor. Pero esta vez había
algo distinto, el cerezo se veía cambiado, debajo de sus raíces había una caja
de madera cubierta con una manta amarilla. Las dos se acercaron algo curiosas a
observarlo, quizás pensaran que eran algunos gatitos abandonados por sus amos
pero lo que encontraron fue a un bebé de poco meses en su interior tiritando de
frío y algo hambriento.