martes, 24 de julio de 2012

What Can I Do? - Capítulo 9


-       -          Elette – quedándose a pocos centímetros de su rostro - ¿Te encuentras bien? Desde que salimos del orfanato estas muy callada – parándose enfrente de ella -
-          Mmm? Si claro! – fingiendo un sonrisa – No te preocupes, estoy bien – rodeando su cuello con sus delgados brazos para besar su mejilla –
-          ¿A dónde iremos ahora? – retomando su paso mientras observaba felizmente como en frente de la calle unos niños jugaban a la pelota –
-          ¿Qué te gustaría hacer? – entrelazando sus dedos que tiritaban por el frío para buscar algo de calor en aquellas manos conocidas –
-          No lo sé – con un claro tono de tristeza – No se me ocurre nada – jugando con el vapor que salía de sus labios –
-          Ash…- mirando los escaparates que aparecían a su lado -  A mi tampoco se me ocurre nada – fijando su vista en una pequeña planta que florecía entre las losetas del suelo - ¡¡Eso es!!
-          ¿Qué pasa? – tapando su boca algo impresionada –
-          ¡¡Vamos!! Sé a dónde ir – echando a correr tomadas de la mano -
-          ¡¡Elette espera!! ¡¡Elette ~!! – se quejaba más atrás de ella haciendo pucheros y pequeños berrinches por el aceleramiento apresurado de su caminar –

      Sus botas de plástico se manchaban de tierra mientras sus pies no paraban de correr por las baldosas mojadas de la calle esquivando a las personas que concurrían la calle principal. Elette sabía bien a donde ir, hacía muchos años que no visitaban aquel lugar juntas. Habían pasado 6 inviernos cuando se encontraron por primera vez. En aquella estación tan fría su madre soltera las había llevado a ella y a su hermana menor a visitar unas montañas cercanas para que pudieran disfrutar de la nieve blanca que adornaba sus grandes laderas. Esa mañana se habían levantando muy temprano, mientras su madre preparaba rica comida ella ponía su abrigo de plumas a su hermanita y cubría su cuello con una linda bufanda rosa, el color preferido de la menor.  A solo sus 11 años de edad, Elette ya era una niña muy activa, tomando entre sus pequeños brazos a su hermana bajaba hasta la cocina donde su madre le ofrecía chocolate caliente para matar aquel frio matutino

-          A la de tres: una, dos, ¡tres! – destapaba los pequeños ojos negros de su hija que se volvían iluminados al ver aquella escharcha blanquecina bajo sus botas de agua –
-          ¡¡Nieve!! ¡¡Nieve, nieve!! – rodaba feliz por el suelo mientras su hermana pequeña gateaba hasta su lado - ¡¡Nerea mira!!  ¡¡Es nieve!!
   
      Aunque quizás su mente no quería remover recuerdos pasados, la mente de Ari también guardaba en algún lugar aquel encuentro. Su madre la despertó aquel diciembre con un beso en su frente, las vacaciones de navidades habían llegado tan rápidas para la pequeña, desde hacía meses que contaba los días en un pequeño almanaque de ositos que tenía en su mesita de noche, a pesar de ser una preadolescente su mente aun era algo infantil y esperaba con emoción aquel día de nochebuena. Jamás había conocido la nieve, siempre enfermaba cuando el frio llegaba a aquel barrio, encerrada en su habitación solo podía observar los copos caer en el jardín verde de su casa. Si verde, aun la vida reinaba aquel lugar, aun podía llamarse a aquel sitio “hogar”

-          ¡! Papi, papi, papi!! – dabas saltitos feliz en la cama de matrimonio de sus padres - ¡¡Papi  hoy es el día!! ¡¡Es hoy, es hoy!! – chillaba -
-          ¿El día? ¿Qué día? – le tiraba cojines mientras rodaba hacia el otro lado de la cama intentando dormir –
-          Papi…- cayendo de rodillas entre las sábanas - ¿No sabes qué día es hoy? – comenzaba a avecinarse el llanto –
-          Será que es el día…¡¡En el que el lobo se comió a caperucita!! – saltando de la cama –
-          Ahhhhhhh!! Lobo!! Ahhhhh!! Mami, mami, papi es el lobo!!! – corría sin parar de reír por toda la casa – ¡¡Mami el lobo malo me quiere comer!! – escondiéndose detrás de los pies de su madre - ¡¡Lobo malo, lobo malo!!

      Ari iba con su carita pegada al cristal del auto mientras su sonrisa crecía aun más a medida que asomaban aquellas montañas por el horizonte. Escondida en su chaqueta roja traía un pequeño bote para guardar un poco de nieve en su interior y así poder colocarla debajo del árbol de navidad para que Papá Noel se lo llevara esa noche como regalo. Sus pies se enterraron en aquel hielo blando en el que se hundía por su propio peso, los árboles lucían aquel manto blanquecino con esplendor mientras las flores se escondían debajo de él para florecer en la siguiente estación; los pájaros cantaban por encima de su cabeza cruzando el cielo de un lado a otro, sin duda aquel día sería el más feliz de su vida
Su pantalón se humedecía a cada segundo. Allí sentaba se había olvidado de todo, sus papás paseaban tomados de la mano así que ella hecho a correr por todos lados tomando trozos de escarcha brillantes para adornar su bote, sin darse cuenta se había alejado de la mirada de los mayores, sus ojos juguetones recorrían aquel lugar extraño, solo veía blanco y más blanco

-          ¿Mami? ¿Papi? – caminaba con dificultad por la nieve - ¡¡Mami, Papi!! ¿¡Dónde estáis?! ¡¡Mami ~!! – helada por el frío se refugia debajo de un árbol centenario que la cubre con su gran copa - ¡¡Papi ~!! – secando con la manga de su chaqueta las lágrimas que mojaban su rostro –
-          ¿Por qué lloras? – decía una niña un poco mayor que ella sentándose a su lado – ¿Estas triste?
-          Me he perdido y no encuentro a mis papis – castañeaban sus dientes – Quiero irme a mi casa
-          ¡¡Pero es navidad!! Juguemos un rato con la nieve luego buscaremos a tus papis ¿si?
-          ¡¡No quiero!! ¡¡Quiero a mis papis!! – estampaba pequeños trozos de nieve en su cara –
-          ¡¡Eres tonta!! ¡¡Solo quería ayudarte!! – haciendo una bolita entre sus manos - ¡¡Tonta!!
-          ¡¡Boba!! – tirando de su bufanda azulada –
-          ¡¡Tonta!! – rompiendo el bote de cristal que sostenía la pequeña en sus manos congeladas -
-          ¡¡Boba!! – chillaba entre lágrimas - ¡¡Eres una estúpida, rompiste mi regalo!!
-          ¡¡Ariadna!! – se acercaba una voz varonil hasta las dos niñas - ¡¡Ven aquí ahora mismo!! – su enojo se captaba desde tan lejos que se encontraba ella –
-          ¡¡Papi ~!! – corría veloz la pequeña hasta los brazos de su padre -

      Algunas cosas que empiezan mal pueden tener un final feliz. A pesar de que la guerra de bolitas de nieve las había hecho enemigas por un momento con el paso del tiempo, cuando se reencontrasen de nuevo los juegos de niñas pequeñas quedarían en el pasado y se forjaría una linda amistad como la que mantenían ahora. Aunque Elette reconocía que había sido algo brusca con su pequeña amiga en el pasado, agradecía aquel incidente y daba gracias todos los días por permitirle estar a su lado cuidándola cuando nadie más lo hacía, secando sus lágrimas cuando los niños se metían con ella o riendo cuando patinaban juntas y una de las dos acababa tirada en el suelo de la pista

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