martes, 4 de septiembre de 2012

What Can I Do? - Capítulo 10



Miraba con gracia como Ari llevaba todo el viaje en autobús cabeceando por la falta de sueño. Aquellas montañas estaban un poco lejos de la capital, a aproximadamente dos horas de la estación principal, el viaje era largo y tedioso, sobretodo lento ya que iban en un transporte público. Con cuidado desabrocho el cierre de su mochila y colocó una manta sobre los hombros de su amiga que al sentir aquel trozo de tela afelpado y suave cayó dormida en el cristal, siendo rápidamente acomodada en el hombro de Elette para que no se dañara sus cervicales. Unió su cabeza con la de ella y tiro un poco de aquella manta buscando algo de calor, a Elette también empezaba a ganarle en sueño pero aquellos pensamientos en su pequeña mente no la dejaban descansar ¿Qué debía hacer con Min Woong? No quería abandonarlo a su suerte para ella era también importante pero sobre todo para su amiga, si no le diera un hogar jamás se lo perdonaría; su mamá tenía un gran corazón pero desconocía porque sentía tanto miedo al rechazo, su hermana aun era muy pequeña, el sueldo de su madre era el justo para mantenerlas a las tres, un bebé necesitaba muchos cuidados, aun recordaba los primeros años de vida de Nerea, bueno, tampoco es que fuera muy difícil olvidarlo, la infancia de la pequeña también había sido marcada por una situación parecida a la de Ari, solo que ellas se había decidido a dar el paso y buscar la libertad, a diferencia de su amiga, que solo buscaba la oscuridad y sus colores complementarios

Aquellos recuerdos lejanos le traían dolor de cabeza, hace mucho que los había enterrado bajo tierra pero aquella situación hacia que afloraran de nuevo como un juguete que hundías en el agua y volvía a la superficie instantáneamente. Ari necesitaba mucho coraje y valor para salir de aquella situación en la que estaba envuelta pero si ella no ponía de su parte jamás saldría de aquel infierno, solo seguiría condenándose aun más a vivir aquel martirio. Los pasajeros se iban desvaneciendo a lo largo del trayecto, aquellas montañas habían quedado en el olvido hace años, puede que quizás durante la época de su niñez, los parques de nieve habían sustituido a aquel elemento natural, las pistas de patinaje, las estaciones de esquí, uno a uno fomentaban el abandono de aquel lugar, apenas era visitado, quizás por algún borracho que se perdiera en su trayecto a casa o algún desenamorado que iba a ahogar sus penas en aquel paisaje blanquecino. Con un gran estruendo las ruedas del autobús frenaron en seco mostrando la última parada del viaje, Ari algo adormilada se despedía con una reverencia del conductor que las despedía con una sonrisa extraña, probablemente por el lugar en el que se encontraban

-         - Este lugar me suena…- rodeaba su cuello con una bufanda rosa de punto que le había regalado su mamá hace unos años atrás, en su 12 cumpleaños - ¿Dónde estamos Elette?
-         - ¿No lo recuerdas? – daba calor a sus manos heladas – Me diste mucho la lata cuando rompí tu botito lleno de nieve derretida – encogiendo sus hombros para delinear una sonrisa divertida ante la cara de asombro de su compañera –
-         - Es aquí…-miraba con detenimiento la nieve que mojaba sus botas sucias – Aquí es donde te conocí – se ponía de rodillas para tomar un poco de aquella sustancia blanquecina -
-          -Y donde por primera vez me llamaste tonta, aun me sigo sintiendo ofendida cuando lo recuerdo – dejándose caer a su lado –
-         - Estaba tan enojada porque rompiste mi bote, recuerdo que había escondido nieve dentro de él para ponérselo aquella noche en el árbol a Papá Noel – sonreía tontamente mientras veía delante de sus ojos lo que pasó tiempo atrás –
-          -¿Al final que hiciste? ¿Tomaste más nieve? – algo curiosa –
-          -No, mi padre se enojó mucho cuando me perdí por ir a jugar, esa noche me castigó y me dejo sin cenar – mirando a Elette – Creo que fueron las primeras navidades en las que no recibí regalos – con desilusión – En aquella época pensé que Papá Noel se había resentido conmigo por no llevarle el bote de nieve, juraría que algunos días estuve maldiciéndote por haber roto mi regalo
-         - Ahora lo entiendo en todo, los días siguientes sentí un fuerte dolor de cabeza, seguramente fuiste tú – lanzándose encima de ella – me hiciste magia negra, mala amiga
-         - ¡¡Elette!! ¡¡Annio ~!! – reía sin parar – Jamás lo haría, solo era una niña, perdóname, espero no me guardes rencor por haber actuado así
-         -  Lo sé, no te preocupes, además creo que yo también te debo pedir perdón – dejando de hacerle cosquillas - ¿Te acuerdas el día que nos encontramos en el parque? ¿Cuándo aquella pelota golpeo tu cabeza? No fue por error, la tire a posta, aun te guardaba rencor por haberme llamado tonta – apenada por la confesión que tanto tiempo había guardado – Lo siento

En el fondo siempre supo que aquella pelota no podía haber sido lanzada sin querer con tanta fuerza, los siguientes días su mamá estuvo enfriando un pequeño bultito que se formo en su cabeza al recibir el golpe, en aquel momento pudo notar la rabia que guardaba la pequeña Elette, a veces su amiga era algo rencorosa y cabezota pero era de buen corazón y sabia pedir perdón cuando era necesario, amaba la cualidad de su amiga, probablemente porque ella misma no la poseía, por miedo había adoptado la costumbre de pedir perdón por cualquier motivo como si la vida fuera en ello y a veces delataba un poco su miedo a los golpes, pero no había nada que no pudiera tapar algunas mentiras piadosas, a fin de cuentas la gente dejaba de darle importancia a aquellos detalles que eran tan importantes, quizás costumbre o quizás pereza

Libre. Sentía libertad en aquel lugar, a pesar de que había un pasado y una historia guardada en aquellas montañas, la sensación no desaparecía. Era como si volviera en el tiempo, cuando aún era niña, cuando sus pies aun eran muy pequeños para correr rápido por la nieve y solo alcanzaban a dar saltos para moverse por aquel blando suelo, solo que ahora no había nada ni nadie que la cohibiera de sus sentimientos, allí solo estaban ella, Elette y la naturaleza, nadie más, ojala pudiera existir algún momento de su vida en el que su madre y ella pudieran vivir así, libres y sin temor a una nuevo mañana

-         -  Elette –parando de hacer un ángel en la nieve - ¿No deberíamos volver? Comienza a hacer mucho frío
-         - Vayamos a la parada y miremos los horarios de los autobuses, quizás todavía no ha salido el último
-         - ¿A qué horas salía el último? – tirando del reloj que estaba oculto en el fondo de su chaqueta –
-         - Mmm…- pensativa – Creo que a las 8 en punto, ¿Qué hora es? – curioseaba el aparato electrónico de Ari –
-        - Las 8 y media  - encontrándose ambas con la mirada -


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