Miraba con gracia como Ari llevaba todo el viaje en autobús
cabeceando por la falta de sueño. Aquellas montañas estaban un poco lejos de la
capital, a aproximadamente dos horas de la estación principal, el viaje era
largo y tedioso, sobretodo lento ya que iban en un transporte público. Con
cuidado desabrocho el cierre de su mochila y colocó una manta sobre los hombros
de su amiga que al sentir aquel trozo de tela afelpado y suave cayó dormida en
el cristal, siendo rápidamente acomodada en el hombro de Elette para que no se
dañara sus cervicales. Unió su cabeza con la de ella y tiro un poco de aquella
manta buscando algo de calor, a Elette también empezaba a ganarle en sueño pero
aquellos pensamientos en su pequeña mente no la dejaban descansar ¿Qué debía
hacer con Min Woong? No quería abandonarlo a su suerte para ella era también
importante pero sobre todo para su amiga, si no le diera un hogar jamás se lo
perdonaría; su mamá tenía un gran corazón pero desconocía porque sentía tanto
miedo al rechazo, su hermana aun era muy pequeña, el sueldo de su madre era el
justo para mantenerlas a las tres, un bebé necesitaba muchos cuidados, aun
recordaba los primeros años de vida de Nerea, bueno, tampoco es que fuera muy
difícil olvidarlo, la infancia de la pequeña también había sido marcada por una
situación parecida a la de Ari, solo que ellas se había decidido a dar el paso
y buscar la libertad, a diferencia de su amiga, que solo buscaba la oscuridad y
sus colores complementarios
Aquellos recuerdos lejanos le traían dolor de cabeza, hace
mucho que los había enterrado bajo tierra pero aquella situación hacia que
afloraran de nuevo como un juguete que hundías en el agua y volvía a la superficie
instantáneamente. Ari necesitaba mucho coraje y valor para salir de aquella
situación en la que estaba envuelta pero si ella no ponía de su parte jamás
saldría de aquel infierno, solo seguiría condenándose aun más a vivir aquel
martirio. Los pasajeros se iban desvaneciendo a lo largo del trayecto, aquellas
montañas habían quedado en el olvido hace años, puede que quizás durante la
época de su niñez, los parques de nieve habían sustituido a aquel elemento
natural, las pistas de patinaje, las estaciones de esquí, uno a uno fomentaban
el abandono de aquel lugar, apenas era visitado, quizás por algún borracho que
se perdiera en su trayecto a casa o algún desenamorado que iba a ahogar sus
penas en aquel paisaje blanquecino. Con un gran estruendo las ruedas del
autobús frenaron en seco mostrando la última parada del viaje, Ari algo
adormilada se despedía con una reverencia del conductor que las despedía con
una sonrisa extraña, probablemente por el lugar en el que se encontraban
- - Este lugar me suena…- rodeaba su cuello con una
bufanda rosa de punto que le había regalado su mamá hace unos años atrás, en su
12 cumpleaños - ¿Dónde estamos Elette?
- - ¿No lo recuerdas? – daba calor a sus manos
heladas – Me diste mucho la lata cuando rompí tu botito lleno de nieve derretida
– encogiendo sus hombros para delinear una sonrisa divertida ante la cara de
asombro de su compañera –
- - Es aquí…-miraba con detenimiento la nieve que
mojaba sus botas sucias – Aquí es donde te conocí – se ponía de rodillas para
tomar un poco de aquella sustancia blanquecina -
- -Y donde por primera vez me llamaste tonta, aun
me sigo sintiendo ofendida cuando lo recuerdo – dejándose caer a su lado –
- - Estaba tan enojada porque rompiste mi bote,
recuerdo que había escondido nieve dentro de él para ponérselo aquella noche en
el árbol a Papá Noel – sonreía tontamente mientras veía delante de sus ojos lo
que pasó tiempo atrás –
- -¿Al final que hiciste? ¿Tomaste más nieve? –
algo curiosa –
- -No, mi padre se enojó mucho cuando me perdí por
ir a jugar, esa noche me castigó y me dejo sin cenar – mirando a Elette – Creo
que fueron las primeras navidades en las que no recibí regalos – con desilusión
– En aquella época pensé que Papá Noel se había resentido conmigo por no
llevarle el bote de nieve, juraría que algunos días estuve maldiciéndote por
haber roto mi regalo
- - Ahora lo entiendo en todo, los días siguientes
sentí un fuerte dolor de cabeza, seguramente fuiste tú – lanzándose encima de
ella – me hiciste magia negra, mala amiga
- - ¡¡Elette!! ¡¡Annio ~!! – reía sin parar – Jamás
lo haría, solo era una niña, perdóname, espero no me guardes rencor por haber
actuado así
- - Lo sé, no te preocupes, además creo que yo
también te debo pedir perdón – dejando de hacerle cosquillas - ¿Te acuerdas el
día que nos encontramos en el parque? ¿Cuándo aquella pelota golpeo tu cabeza?
No fue por error, la tire a posta, aun te guardaba rencor por haberme llamado
tonta – apenada por la confesión que tanto tiempo había guardado – Lo siento
En el fondo siempre supo que aquella pelota no podía haber
sido lanzada sin querer con tanta fuerza, los siguientes días su mamá estuvo
enfriando un pequeño bultito que se formo en su cabeza al recibir el golpe, en
aquel momento pudo notar la rabia que guardaba la pequeña Elette, a veces su
amiga era algo rencorosa y cabezota pero era de buen corazón y sabia pedir
perdón cuando era necesario, amaba la cualidad de su amiga, probablemente
porque ella misma no la poseía, por miedo había adoptado la costumbre de pedir
perdón por cualquier motivo como si la vida fuera en ello y a veces delataba un
poco su miedo a los golpes, pero no había nada que no pudiera tapar algunas
mentiras piadosas, a fin de cuentas la gente dejaba de darle importancia a
aquellos detalles que eran tan importantes, quizás costumbre o quizás pereza
Libre. Sentía libertad en aquel lugar, a pesar de que había
un pasado y una historia guardada en aquellas montañas, la sensación no
desaparecía. Era como si volviera en el tiempo, cuando aún era niña, cuando sus
pies aun eran muy pequeños para correr rápido por la nieve y solo alcanzaban a
dar saltos para moverse por aquel blando suelo, solo que ahora no había nada ni
nadie que la cohibiera de sus sentimientos, allí solo estaban ella, Elette y la
naturaleza, nadie más, ojala pudiera existir algún momento de su vida en el que
su madre y ella pudieran vivir así, libres y sin temor a una nuevo mañana
- - Elette –parando de hacer un ángel en la nieve -
¿No deberíamos volver? Comienza a hacer mucho frío
- - Vayamos a la parada y miremos los horarios de
los autobuses, quizás todavía no ha salido el último
- - ¿A qué horas salía el último? – tirando del
reloj que estaba oculto en el fondo de su chaqueta –
- - Mmm…- pensativa – Creo que a las 8 en punto,
¿Qué hora es? – curioseaba el aparato electrónico de Ari –
- - Las 8 y media
- encontrándose ambas con la mirada -
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