domingo, 18 de marzo de 2012

Bajo El Mismo Cielo - Mini Story


“Pesadamente dejaba caer su cuerpo en la acera de la calle desierta. Sus pies estirados sobre la carretera de asfalto, sus manos ocultas en aquella chaqueta gruesa para pasar el frío invierno y su mirada perdida en un atardecer más. Suspira gruesamente, notando que su corazón necesitaba un poco de aire, algo que lo impulsara a latir tan fuerte como lo hacía unos meses atrás. Cuando aún aquella figura femenina despertaba en las mañanas con él y le regalabas suaves caricias que lograban calmar su agitada alma. Aquellas partituras arrugadas a su lado son su carta de despedida. Ji Yong de nuevo no tiene miedo a expresar como se siente, por que a fin de cuentas lo único que se le da bien es escribir canciones, ya que últimamente se ha percatado de que no está aún preparado para recibir el amor. Toda una vida buscando aquella persona perfecta que lo aliviara, incluso echaba de menos tener alguna pelea con su novia, una en la que a pesar del daño producido siempre sabías que al final acabaría con un abrazo y un ligero perdón, aquellas que conseguían fortalecerlos y ayudarlos a superar las adversidades.

Su tristeza reflejada en aquellas notas lo hundía más. De nuevo acababa solitario con su corazón entristecido y azul, así es como lo había definido él, azul. Aunque pretendía congelarse de todo, evitar caer en un amor que lo destrozara por completo, siempre acababa por entregarse a la persona menos indicada. Pero eso no era lo que dolía, sino la ruptura, ¿Por qué debían separarse? Siempre decía lo mismo, no era bueno para ella, quizás tenía razón o quizás no. Realmente no lo sabía. Sus ojos se clavaron en aquel cielo azul que se alzaba encima de él. Alguna vez quiso sentir una paz así, sentirse ligero, sentirse por una vez bien, manteniendo aquella sonrisa por la que se le caracterizaba. Aquel niño que luchó desde pequeño por ser alguien en el mundo de la música, una persona que apostó todo por ella. Siempre supo que eso conllevaba apartarse del mundo, quizás no planeó aquella fama, no lo negaba a veces la necesitaba, sentir aquel apoyo incondicional que le ofrecían millones de personas intentando animarlo, pero que a fin de cuentas, nunca llenaba aquel vacío. Vacío, si, así se sentía. Buscaba un calor que llenara su interior pero aunque quisiera engañarse pensando que sus allegados ocuparían aquel lugar, que sustituirían aquella sensación, por más que quería creer su mentira, no podía. Miró con detenimiento aquellas manos, aquellas mismas en las que alguna vez quiso grabar la esencia de alguna persona por la que quisiera enfrentarse a todo. Y aunque nadie lo creyera, era el hombre más desdichado del mundo. Solitario, frío y sin un amor. Un auténtico vagabundo.

Su espalda chocó con el frío de la acera, dejándole a sus ojos una mirada tentadora del firmamento. El aire comenzaba a agitar su cabello una vez más, incluso sentía celos de él, podía vagar libremente sin miedo a una represaría o una consecuencia. Cuantos susurros exhalo y ninguno le devolvió aquella respuesta que tanto ansiaba, el nombre de ella. Quizás la persona indicada no estuviera cerca de él, estaba claro que allí solo lo apreciarían por lo que aparentaba no por lo que era. Deseaba que alguien llegara a conocerlo en profundidad, conociera su día a día y sintiera como él aquellas punzadas en su envejecido corazón. Experiencia. Si quizás la tuvo pero ¿De que sirvió? ¿De que sirve tenerla? Y ahora se encontraba de nuevo allí, mirando a la nada, rogándole a alguien que le diera una señal. Sus pies cansados se movieron para ayudarlo a sostenerse derecho, caminaba jugando con la reja que protegía aquel mar que se ocultaba detrás de ella. Miraba hacia todos lados intentando buscar algo inexistente, quizás todo aquello era una pista, indicándole que para él no había una persona adecuada. Quizás su vida estuviera destinada a andar quebrando su corazón una y otra vez, provocando que se marchitara cada vez más. “Te sigo esperando”. Nadie llegaría a comprender aquello. Dejo escapar una sonrisa triste, imagino las ideas descabelladas que muchas pensarían ante aquello. Él esperaba a alguien, cierto, pero no a aquellas personas que se habían marchado de su lado, sino a aquella que estaba por llegar, que se escondía en algún lugar del mundo esperándolo a él, porque también sabía que ella esperaría por él, que a pesar de todo, esa persona con solo mirarla podría adivinar que era la indicada. ¿Absurdo cierto? Una mirada. Pero no del todo absurdo, cuando llegabas a apreciar los ojos de alguien y a mirar en su interior, puedes ver como es realmente. Quiso creer que todas aquellas chicas que tuvo a su lado tenían ese brillo especial, pero ahora juraría que solo era un juego de su desesperado corazón. Las estaciones seguían su curso, todo cambiaba, incluso él, pero había algo que se mantenía, la esperanza.

El agua dibujaba figuras sinuosas entre las olas. Aquel callejón sin salida en el que se encontraba y del que esperaba salir. En su pantalón comenzó a vibrar su móvil, provocándole unas pequeñas cosquillas en su blanca piel. Esta vez no se excusaría, esta vez dejaría que sonara, no quería escuchar nada, solo quería sentirse libre por unos momentos, quería regir su vida aunque solo fuera por un pequeño tiempo. Aquella melodía le avisaba de que en su buzón de entrada había un nuevo mensaje. Se detuvo a pensar ¿Quién sería esta vez? Su mano inconsciente se coló en aquel vaquero rasgado tomando aquel aparato entre sus largos dedos “Número Desconocido”. Dudó en leerlo, quizás fuera alguna broma de sus amigos o alguna absurda publicidad. Dirigió su mirada a la pequeña pantalla que dibujaba unas pequeñas letras que provocaron que sus pupilas se abrieran exageradamente:

“No eres tan desdichado como piensas, Ji Yong”

¿Quizás una equivocación? ¿Cuántos Ji Yong había en el mundo? Aquella mueca que apareció en su rostro expresaba algo de desilusión y tristeza, nunca había añorado tanto el que alguien le mostrará su amor tan insistentemente, como esas veces que cansaba ver tu móvil lleno de mensajes con un te amo al final. Pero después de todo, tenía que reconocer algo y es que a él ya nada podía consolarlo.


Repetitiva rutina. Un día más salía extasiado de su trabajo, últimamente estaba comenzando a perder aquella ilusión que alguna vez inundó su corazón al entrar en la compañía que le había dado la fama. Quizás el cansancio comenzaba a hacer efecto en su cuerpo. Abrió la puerta de emergencia y salió a la calle. Al otro lado se oían los gritos de sus fans esperando cumplir alguna vez la ilusión de verlo. Después del incidente, se sentía completamente abochornado, pudo notar como su reputación y su carrera caían en picado, pero aún así no sintió miedo por eso, su amor a la música le costó muchos sufrimientos, eso no lo podía negar, pero a lo que más temía era a la decepción. Sabía que muchas personas se sintieron profundamente engañadas con su actitud, pero a veces no entendía a la multitud, el era persona ¿Acaso no podía equivocarse y cometer errores? Bajo su cabeza una vez más y colocó aquellas gafas finas en su pequeña nariz, ocultando sus ojos aguados por la tristeza que de nuevo se hacía presente. Una vez más su móvil volvía a sonar a la misma hora que el día anterior, “Ojalá no sea una coincidencia…” Aquel trozo de plástico vibraba insistentemente como si estuviera nervioso por que leyeran el contenido de aquel mensaje que acababa de llegar.


“Tienes derecho a equivocarte Ji Yong, es de humanos hacerlo”

Inclinó ligeramente su cabeza intentando darle significado a aquellas simples palabras. Comenzaba a sentir algo extraño, era como si alguien pudiera adivinar sus sentimientos y decirle las palabras indicadas para calmarlo. De nuevo repetía su nombre, incluso llegaba a sonar dulce, probablemente sería alguna fan que quería mostrarle su apoyo. Quiso agradecérselo, pero no pudo, de nuevo era un mensaje sin remitente.

La luna azul dejaba caer su resplandor sobre su rostro cansado. Allí apoyado en aquella ventana podía apreciar las vistas de su nuevo departamento, el mirar aquellas figuras iluminadas a lo lejos lo relajaba. Su sonrisa apagada seguía sin aparecer, al igual que todo él, se había marchitado. Sus dedos nerviosos jugaban los unos con los otros mientras su mirada seguía clavada en aquella cama vacía y fría en la que su cuerpo descansaba en las noches. El invierno estaba por desaparecer y dejar paso a la primavera pero a pesar de aquello, aquel frío no desaparecía de su habitación y mucho menos de su cuerpo. Tomo el móvil de nuevo y releyó aquellas letras una y otra vez, quería saber si pertenecían a la misma persona y si en verdad, era dirigidos para él. Sus pies caminaron hasta el escritorio recién decorado de su pasado feliz, pulsando el botón verde para dar paso a la luz de su viejo ordenador algo dañado por el paso del tiempo, rebuscando en aquellas carpetas sus olvidadas notas de desamor. Probablemente buscaba deprimirse una vez más, sentirse ahogado en aquella soledad que lo invadía, últimamente sus lágrimas eran las que lo acunaban hasta dormirse ¿Triste? Si, todo lo que lo rodeaba era tristeza. Reconocía que tenía gente a su lado apoyándolo en todo, pero es que aquel vacío en su interior, aquella necesidad se incrementaba con el paso de las horas y ya no sabía como ocuparlo.

Las sábanas se acomodaban perfectamente a su silueta delgada. Su rostro enterrado en aquella almohada de plumas y aquellas cristalinas gotas de agua que inundan una noche más su rostro, lo acompañan hasta que Morfeo se dignara a arrullarlo entre sus sueños. Las manecillas del reloj seguían avanzando con facilidad y rapidez, segundo tras segundo las tuercas giraban en aquel pequeño aparato, pero por más que su cuerpo cansado lo quisiera, los párpados de Ji Yong no conseguían cerrarse. De nuevo su respiración agitada y aquella presión en su pecho volvían a aparecer, dejándolo cada vez más desconcertado. Involuntariamente se levanto de la cama, tomó una chaqueta gruesa y caminó hacia la azotea del edificio. Las luces de la ciudad de Seúl se disipaban a lo lejos, los ruidos de los coches y la contaminación del medio no se podían apreciar desde allí arriba. Su cuerpo se dejo caer en el muro de aquel lugar, sus manos se escondieron en su ropa y su mirada una vez más se perdió en una inmensa nada.

¿Tiempo perdido? Ni si quiera alcanzaba a recordar cuanto llevaba en aquella azotea. Sus ojos se habían abierto cuando el frío del amanecer comenzaba a calar sus huesos, adormilado se levanto y echó un vistazo a aquel brilloso astro. Creyó sentir calor por un momento, y aunque no estaba del todo equivocado, aquella calidez no era la que el buscaba. Como si fueran pequeñas hormigas, las personas paseaban por la calle. Sus pequeños ojos los miraban atentamente desde la lejanía, probablemente no alcanzaría a ver nada, pero llegado a este punto, ni siquiera le interesaba observar sus rostros.

“Miércoles 7 de Marzo (11 : 00 am)” Su reloj de pulsera marcaba la fecha y la hora de nuevo. Sentado en aquel suelo de madera tratada descansaba junto a sus compañeros de grupo. Sonrisas fingidas y unas cuantas bromas malas para animar el día. Dolía aparentar, y mucho más delante de ellos, pero sabía que si llegaba a contar su tortura solo los preocuparía. Quizás fuera idiota al guardárselo, pero con el paso del tiempo se había acostumbrado a ocultar todo en un pequeño rincón de su mente y su corazón, a camuflar sus verdaderos sentimientos detrás de aquella sonrisa pintada en su rostro. A veces se preguntaba que pasaría si llegara a confesarlo todo ¿Quizás lo ayudaran? ¿Ellos podrían calmarlo? No lo sabía, y aunque quería apoyo, prefería no saber la respuesta a su pregunta. Aquel día no volvería a casa. Sus zapatos marcaban sus pasos por aquel callejón que visitó hace unos días. El aire del mar se colaba por su ropa dejando un aroma embriagante cerca de su nariz. Amaba el mar, no podía describir la sensación que le producía nadar entre las aguas cristalinas, aquella libertad que le brindaba aquel líquido no podía ser sustituido por nada. Pasó con cuidado por aquel agujero de la valla y se acercó un poco más al filo de la acera gris. Los barcos paseaban tranquilamente y las aves volaban relajadas por el cielo. Todo parecía funcionar con perfecta armonía, todo menos él.


Dos, tres y cuatro gotas. Poco a poco se multiplicaban humedeciendo la ropa de Ji Yong. Había caminado por horas bajo la lluvia y ahora su cuerpo mojado y cansado descansaba en un banco perdido en la ciudad. La multitud seguía su paso por las calles ignorando a aquel chico que seguía sumido en sus pensamientos, bajo sus paraguas de colores corrían a prisa para refugiarse de la lluvia, mientras él seguía inmóvil en aquel trozo de madera. Su móvil sonaba de nuevo en su pantalón, esta vez de color crema. Sin pensarlo dos veces lo tomó con rapidez, ya comenzaba a hacerse rutina recibir mensajes de aquella persona desconocida. Aunque no la conocía podía llegar a jurar que sus palabras conseguían que pudiera sobrellevar mejor su agonía.

“La lluvia no se llevará tu dolor Ji Yong, no te engañes, sabes que las cosas no son tan fáciles“

Suspiró profundamente. Aunque no quería admitirlo, tenía razón. Sus párpados se cerraron para sentir aquellas gotas recorrer su rostro. Hacia un recuento de los mensajes recibidos, demasiados para un solo mes, quizás en otras circunstancias hubiera reaccionado de otra manera, habría buscado la forma de averiguar quien era esa persona y la obligaría a dejar de molestarlo. Pero no quería eso, le gustaban aquellas palabras dibujadas en la pequeña pantalla de su móvil. Se había acostumbrado ya a ellas.

-          Enfermarás…
-          Mmm?? – sus párpados pesados se abrieron al escuchar aquella fina voz que lo cubría con un paraguas negro –
-          No es bueno estar bajo la lluvia, a menos de que quieras recrear una escena cinematográfica – concluyó con una sonrisa tierna
-          ……- sus pupilas miraban aquella figura con detenimiento
-          ¿Te has enojado? – con preocupación – Siento haberte molestado, no era mi intención – tintándose sus mejillas y perdiendo su sonrisa alegre – Ya me marcho, perdón de nuevo, no volverá a pasar Ji Yon…- impidiéndose a si misma terminar de hablar
-          ¿Qué ibas a decir? – levantándose de golpe
-          Na…nada…- muy nerviosa – Debo irme, adiós!!
-          Espera!!

Desapareció entre la multitud. Millones de personas sabían sobre su nombre, conocían sus movimientos e incluso guardaban fotos de su infancia y madurez. Pero aquella chica, su nombre dicho por sus labios sonaba igual de tierno que aquellos mensajes que recibía cada noche y sus ojos achocolatados eran tan profundos que podía perderse en ellos y nunca más encontrar la salida ¿Podía ser ella?”

-          Ji Yong te estoy hablando…- le hablaba con voz temblorosa intentando captar su atención - ¿Me escuchas?
-          Si, perdona – volviendo a la realidad - ¿Qué querías?
-          ¿Qué quería? –algo exaltada le responde – Ji Yong estas terminando con nuestra relación y lo único que se te ocurre decir es ¿Que quiero?
-          Yo perdona, no quería decir eso – escondiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta – Estaba algo distraído
-          ¿Por qué tenemos que terminar? ¿Acaso ya no me quieres Ji Yong-ah?
-          No es eso – fijando su vista en un punto lejano -
-          ¿Entonces? ¿Dime porque nuestra relación se termina aquí? ¿Acaso hice algo mal?
-          No claro que no, él que ha hecho algo mal soy yo – colocando su gorro en su cabeza – No soy lo suficientemente bueno para ti, tu eres perfecta y yo…- suspira – Y yo no
-          ¿Perfecta? Pero Ji Yong-ah yo te quiero así, no hace falta que terminemos por esto
-          Por favor, entiende como me siento – mirándola con sus ojos color chocolate – Es mejor terminar mi relación, es peligroso que sigamos juntos, ambos nos acabaremos dañando
-          Pero Ji Yong-ah…-
-          Es lo mejor, perdóname de verás – suspirando con dificultad evitando que sus lágrimas salieran – Estoy seguro de que encontrarás la persona que te ame como no lo hice yo – rozando aquella mejilla pálida con sus labios – Se feliz – echando a andar con rapidez por la calle
-          ¡¡Ji Yong!! ¡¡Ji Yong!! – gritaba a lo lejos

¿Cuántas veces había repetido aquel monólogo? Últimamente sus relaciones eran melodramas que con el paso del tiempo acababan cerrando su telón. Sus piernas lo guiaban lejos de aquel lugar, corría y corría entre la multitud que lo miraban sorprendido, quizás por su actitud o quizás porque había olvidado cubrirse. Su corazón agitado le pedía a gritos volver a su apartamento, encerrarse entre aquellas cuatro paredes blancas una vez más. Aun a pesar de estar triste por su ruptura, aún había algo que dañaba con mayor peso en su interior, aquella chica bajo la lluvia. Simplemente se esfumo como el humo en un día con viento, nunca más supo de ella, no recibió más mensajes y lo que dolía es que ni siquiera se despidió de él. Podía sonar absurdo ¿Esperar una despedida? A momentos Ji Yong era absurdo y estúpido, quizás porque la mayoría de las veces se dejaba guiar por su cabeza en vez de por sus sentimientos. Sabía que la razón ayudaba muy poco en aquellas situaciones, pero igual de perezoso que siempre elegía la salida más fácil. Pero esta vez eso no servía. Había conseguido apaciguar su insomnio y su humor mejoró, si mejoró, porque ahora de nuevo había caído en la soledad y el desespero. ¿Cómo había podido llegar a aquella situación? Esperaba que ella por lo menos le dijera adiós, ella, una completa desconocida que para él se había convertido en algo más que eso. Aquella que buscaba todas las mañanas en la multitud, esperando verla entre la gente con aquella sonrisa. La azotea del edificio lo recibía de nuevo con un gran recibimiento, la lluvia caía de nuevo en la ciudad de Seúl mezclándose con las lágrimas que corrían por las mejillas de Ji Yong, el cielo que se alzaba encima de él estaba oscuro y aquel viento frío acariciaba su piel con ligereza. Sin duda un gran recibimiento. Sus manos cansadas de recoger tantas gotas se apoyaron en el muro del edificio, apoyándose para dejar caer su cuerpo sobre aquel piso de piedras que dañaban sus rodillas. ¿Podía acaso decir algo más? Quizás si, reprocharse una vez más que era un miserable por rendirse y un estúpido por enamorarse de una persona que estaba bajo el mismo cielo que él, pero en un distinto lugar.

- ¡¡Vuelve por favor!! ¡¡Vuelve!! – gritaba a la lejanía con su rostro cubierto de lluvia y lágrimas, abriendo sus pulmones con dificultad para poder decir por última vez al viento lo que deseaba con todas sus fuerzas, desgarrándose aquella dulce voz una vez más

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