jueves, 1 de diciembre de 2011

Rosas Azules - Capítulo 2



No podía soportarlo. Mi sed aumentaba cada vez más y su cuerpo estaba demasiado cerca del mío. No aguantaría mucho tiempo sin intentar morderla, su sangre sabía realmente dulce, pero si la probaba la condenaría al mismo infierno en el que estaba yo, y no le deseaba eso al amor de mi vida.

Me separé rápidamente de sus labios y me alejé de ella. Sentía como el veneno se iba apoderando poco a poco de mí, dejándome algo mareado. Intentaba apoyarme en algo pero por más que lo intentaba no podía, podía notar como mi cuerpo comenzaba a morir lentamente. Era una sensación extraña, sabía que físicamente me acabaría apagando, pero aún así seguía vivo ¿Acaso debía verlo como una ventaja?

Noté sus brazos rodearme intentando que me apoyara en ella. Pero su cercanía me estaba matando aún más, si de verdad sabía lo que me pasaba ¿Por qué se mantenía a mi lado? Se ponía en peligro a si misma ¿No le importaba?

-          Por favor aléjate…- decía con dificultad
-          No lo haré, me quedaré contigo – abrazándose más a él
-          Por favor… – casi sin voz – No quiero hacerte daño…
-          No lo harás Ji, se que no lo harás – llevándolo a la cama y acostándolo – Intenta descansar algo, te sentará bien – acariciando su rostro

¿Dormir? Esa palabra había desparecido de mi vocabulario. Pero aún poseía alguna parte humana, quizás cerrar los ojos un momento me devolvieran la estabilidad que me faltaba.


Cerró los ojos fuertemente intentando calmar su respiración agitada. Se veía bastante mal, su piel era más blanca de lo habitual y su cuerpo estaba completamente frío cual mármol. Me costaba aceptar lo que le pasaba, pero no podía verlo sufrir de aquella manera, quería compartir su dolor, pero sabía que se negaría.

Me levanté con cuidado de la cama y me fui a la chimenea. Quería salir fuera pero sabía que Ji se daría cuenta, tenía que disimular de alguna manera. Pasaron alrededor de unos 10 minutos, no se había quejado, ni siquiera respiraba. Tenía la necesidad de ir a mirar como estaba, pero era mi oportunidad de escapar. Sigilosamente abrí la puerta y salí fuera de la cabaña, no sabía si era buena idea o no, pero estaba haciendo lo correcto, o por lo menos mi corazón lo sentía así.

El sol se comenzaba a ocultar. El bosque se mantenía iluminado por unos ligeros rayos de aquella estrella que flotaba en el cielo, hacía algo de frío, pero no tanto como para calar sus huesos. Caminó con cuidado por el pequeño sendero mirando atrás de ves en cuando, se sentía insegura y tenía miedo de lo que pasaría, pero quería hacerlo. El amor era sacrificio, y ella se sacrificaría por él.

La hierba estaba algo húmeda por el rocío de la mañana. Era un bosque bastante húmedo y con un aire denso, así que las gotas de la lluvia tardaban en secarse del todo. Aquel lugar se mantenía silencioso, ni siquiera los pájaros cantaban. Hacía ya un rato que había perdido de vista la cabaña, se había desviado del sendero mientras iba sumida en su mundo. Ahora no había vuelta atrás, pasara lo que pasara no lograría volver a donde estaba él. Su cuerpo comenzó a temblar y sus ojos derramaban pequeñas lágrimas. Caminaba con paso indeciso a través del frondoso bosque buscando algo que la convirtiera en lo mismo que era su compañero, aunque podía sonar fantasioso y algo estúpido, él era un vampiro.

Algunas leyendas los nombraban como los hijos de la noche o del mismísimo demonio. Vagaban por la noche en busca de presas para alimentarse, caminando entre las sombras y respaldados por la luna. Había escuchado numerosas historias sobre ellos, pero no sabía como enfrentarse a uno de ellos. Siempre quiso que eran estupideces, cuentos creados para asustar a los niños, pero por desgracia, aquella pesadilla se había vuelto realidad.

Sabía que Ji era uno de ellos. No es que fuera una especialista sobre vampiros, ni mucho menos, pero su pasión por lo lúgubre y lo tétrico le habían dado alguna que otra pista. Sus ojos cambiaron de color, antes era color chocolate y ahora eran rojos. Su piel era más pálida de lo normal y se había vuelto fría. Cuando se lastimó con aquel trozo de madera ocultó su mano bajo su chaqueta pero en ningún momento percibió que saliera sangre alguna. Se mantenía alejado de ella constantemente y evitaba acercarse a su cuerpo, sobretodo a su cuello. No respiraba, no tenía pulso, estaba muerto en vida. Suponía que cada una de esas pruebas eran suficientes para contrastar su teoría.

Se había escuchado un ruido. Sus pies se pararon instantáneamente y comenzó a buscar con la mirada de donde provenía. Ni siquiera se dio cuenta de que ya había oscurecido, apenas veía, quedaba muy poca luz. Un escalofrío recorrió su espalda, notaba la presencia de alguien, pero no sabía donde se ocultaba.

-          ¿Hay alguien? – pregunto – No…no te haré daño…sólo quiero hablar – comenzando a temblar – Déjate ver…

No debería haber abierto su estúpida boca. Una silueta se colocó delante de ella en escasos segundos haciendo que gritara y cayera al suelo. No podía verla bien pero podía percibir que era un humano o algo parecido. Comenzó a retroceder a causa del pánico bajo la atenta mirada de aquel ser que la miraba con curiosidad.


No me había dormido, la verdad es que no podía, pero me había mantenido alejado del mundo por un par de minutos. Al fin me calmaba, sabía que necesitaba aún tiempo para adaptarme a lo que era, pero me llevaría mucho trabajo. Abrí los ojos visualizando el techo de la cabaña por el que se colaban algunos rayos de luna, al fin la noche había caído.

-          ¿Amor? – levantándose de la cama - ¿Amor dónde estas? – nervioso - ¿Amor?

Donde se había metido. Busqué por todos lados pero no la encontré, por mi mente se pasaba la idea de que hubiera salido fuera. Miré con pánico aquella puerta que estaba delante de mis ojos, su olor se mantenía en el lugar. La abrí lentamente y me asomé, su perfume se disipaba con el aire de la noche. Había salido. Sabía que era peligroso y aún así no lo escuchó ¿Por qué demonios se había marchado?

En la lejanía se escuchó un grito. Ni siquiera se lo pensó dos veces y echó a correr. Al parecer jugaba con algo de ventaja, quizás después de todo no fuera tan malo haberse convertido en aquello que era. Era ella de nuevo, la misma mujer que lo había mordido a él, estaban muy cerca. Esa cosa la miraba con ojos juguetones, como si tuviera delante de sus ojos una pequeña muñeca con la que poder jugar.

-          Ni se te ocurra tocarla – poniéndose delante de la chica para protegerla
-          Ji…- asombrada - ¿Cómo m…
-          ¿Estas bien? – sin girarse a verla
-          Si, estoy bien – levantándose y colocándose detrás de su espalda
-          No te separes de mi – le dijo muy bajo - ¿Qué es lo que quieres? – le pregunto a aquella mujer
-          No quiero nada, solo vine porque ella me llamó – riendo – Al parecer tenía una petición que hacerme ¿verdad pequeña?
-          Yo…yo…- nerviosa, se abraza al cuerpo de Ji Yong
-          Pues ya no lo hará, puedes marcharte – mirándola fijamente
-          Mmmm – pensativa – Ahora que me divertía – poniendo cara triste – Esta bien Ji Yong, me marcharé pero volveré – comenzando a caminar – Aunque no creo que te haga falta – esbozando una risa maliciosa en su cara

No hice caso de sus palabras. Cuando se hubo marchado la subí a mi espalda y la llevé de nuevo a la cabaña. Estaba enojado, no entendía que pretendía hacer saliendo fuera. Pero no quería pelear con ella, estaba muy asustada, y lo que necesitaba en ese momento era de todo menos mis gritos.

-          ¿Estas bien? – acariciando su rostro - ¿Te hizo algo?
-          No tranquilo… – escapándose algunas lágrimas de sus ojos – Estoy bien…
-          Ven aquí – tirando de su mano para abrazarla – Estas temblando
-          No…no es nada – intentando aguantar la lágrimas
-          Cálmate amor – besando su cabello – Aquí estas a salvo, no se atreverá entrar estando yo – separándose un poco para secar sus lágrimas – Así que relájate ¿si? – sonriéndole
-          Gracias…- volviendo a abrazarse a él – Y…lo siento – aferrándose a su cuerpo – No debía haber salido…
-          Da igual amor, lo que importa es que estas bien – devolviéndole el gesto – Mejor acuéstate a dormir
-          Pero…
-          Yo estaré a tu lado – llevándola a la cama – Velaré por tus sueños – ayudándola a taparse – Buenas Noches amor
-          Buenas Noches Ji…

Mi enfado había desparecido, estaba empezando a controlar mis sentimientos. Suponía que era algo bueno después de todo. Pasó la noche agarrada de su mano. Aún seguía asustada, no dejaba de hablar entre sueños y de temblar. No quería acercarse, sabía que se arriesgaba a hacerle daño, pero la necesidad de protegerla era demasiada. Sin soltar su mano se acostó a su lado y se abrazó a su cuerpo, dejando que ella misma se acomodara entre sus brazos. Pudiendo notar como su respiración se tranquilizaba al tenerlo cerca haciendo de dejara de temblar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario