martes, 20 de diciembre de 2011

What is right? - Capítulo 11


Sus dedos jugaban desesperados con su camiseta. Varias lágrimas se escapaban de sus pequeños ojos sin motivo alguno. Intentaba darle sentido pero, sinceramente, no tenía fuerzas para ello. El vuelo duró más de lo previsto. Contaba nervioso las horas que pasaban, notando como cada vez que aquella manecilla se movía, su corazón dolía más. Como no podía haberse dado cuenta antes. Siempre lo repetía. Y a pesar que la respuesta salió una y otra vez de sus labios, nunca puso atención. Había vuelto a donde comenzó todo. 

Una sonrisa triste se pinto en su cara. Aquel departamento guardaba demasiado recuerdos, muchos más de los que intentaron tejer juntos. Aún recuerda como si fuera ayer como le pidió ser su novia. Aquella noche bajo la lluvia esperando poder ver una vez más aquel lindo rostro. Ella nunca supo de lo que lo salvo. Su destino ya lo tenía escrito y sino llega a ser por Liah, esa noche misma su vida hubiera acabado. Recordó todo el sufrimiento que acumuló su corazón. El verse enamorado de su mejor amiga. La impotencia y la rabia de no ser capaz de decirle que la amaba. Y ahora se encontraba en una situación parecida, habían pasado los años y todo había cambiado, cierto, pero en el fondo seguía siendo lo mismo. Siempre le costó mostrar sus sentimientos y a pesar de que intentaba remediarlo, no podía. No quería cansarla de sus problemas. Sabía que ella adoraba escucharlo y aconsejarlo, pero le dolía que tuviera que esperar largas horas a su lado hasta que sus lágrimas se apagaran. 

El avión por fin aterrizó. Sus pies caminaron rápido hacia la entrada del aeropuerto para buscar un taxi. Un señor muy amable le ayudo a encontrar uno, y rápidamente se subió. Rió ante la pregunta del taxista ¿Equipaje? Ni siquiera lo cogió, necesitaba verla y hablar con ella lo antes posible, su ropa estaba de más, si necesitaba se la compraría. La manecilla de su reloj de pulsera seguía girando rápidamente. En su cabeza se acumulaban millones de dudas ¿Y si se había olvidado de él? Había pasado poco tiempo, pero él se había portado muy mal con Liah, quizás ya no lo quería. Bajo su cabeza triste, su corazón estaba atemorizado. Quería abrazarla, besarla y amarla una vez más, la necesitaba a su lado, pero quizás ella ya no lo necesitaba. La voz del taxista lo despisto, le pago y se bajo del auto. Caminó unos escasos metros y se paro enfrente de aquel edificio.

Seguía igual que siempre. Quizás un poco desmejorado por el paso del tiempo, algo de humedad y las paredes algo desgastadas; pero a pesar de ello, seguía siendo el mismo. Dudoso se acercó al portal ¿Qué hacia? ¿Tocaba su número? Pero si lo hacía quizás no lo dejaría subir. Comenzó a revolver su cabello ¿Qué debía hacer? Después de varios minutos pulsó el botón del 4ª, escuchándose la voz de una señora mayor por el altavoz.

- ¿Sí? ¿Quién es?
- Disculpe señora, siento molestarle – algo nervioso y avergonzado 
- ¿Quieres algo muchacho? – con voz tierna
- Mmm – pensativo – Si, es que quiero darle una sorpresa a mi novia – juega nervioso con su ropa – Y me preguntaba si sería tan amable de dejarme pasar 
- Claro que si joven, aunque espero que traigas algo para ella
- ¿Disculpe? – desconcertado
- ¿Vienes por la muchachita del 3ª, cierto? 
- Sí…- algo triste - ¿Cómo lo sabe?
- Secreto de mujeres – ríe – Anda sube y pasa un momento por mi departamento
- Enseguida – haciendo una reverencia

¿Cómo había adivinado que venía por Liah? Subió los escalones del edificio y se dirigió al departamento de aquella anciana. Tocó suavemente la puerta y espero hasta que se abriera. Por ella asomó una señora mayor con cabellos blancos y con una sonrisa amigable en su rostro.

- Buenas Tardes señora – haciendo una reverencia
- Pasa muchacho, no te quedes ahí – invitándole a entrar
- Muy amable, pero no quiero molestar – disculpándose
- Claro que no lo haces, anda entra – apartándose para que pasara

Aquel departamento era muy acogedor. La señora lo guió hasta un gran salón, en medio de él, una niña pequeña jugaba con sus muñequitas. Un sentimiento de tristeza se apoderó rápidamente de él. Como le gustaría a él llegar a su casa y ver a Liah con su hija en brazos, poder jugar con ellas dos y colmarlas a ambas de regalos. Se quedó mirando melancólicamente a aquella niña, sumido en sus pensamientos, sin darse cuenta de que aquella anciana llevaba un rato observándolo.

- Es bonita ¿verdad? – dijo acercándose a él
- Oh!! – sorprendido – Si, mucho – sonriente - ¿Es su nieta? 
- Aja – asiente – Es mi única nieta – sonríe – Por el momento, mi hija espera otro bebé – feliz 
- ¿De verdad? ¿Y sabe ya que es? – intrigado
- No – sonríe – No quiere decirnos aún que es, prefiere darnos una sorpresa – ríe – Oh!! Te tengo algo para ti – desapareciendo un momento – Toma – entregándole una rosa 
- ¿Para qué es? – pregunta incrédulo
- Debes pedirle perdón por tu error, una rosa es un buen detalle y más para una chica tan linda como ella 
- Mmm – pensativo – Creo que usted sabe más de lo que yo sé…- sonriente – Es muy amable – toma la rosa – Muchas gracias – reverencia 
- De nada muchacho – devolviéndole el gesto 

Después de despedirse se encaminó hacia el departamento de Liah. Sus piernas temblaban y su corazón latía muy rápido. Muchas preguntas sin respuesta llenaban su cabeza. Miró de nuevo aquella rosa que sostenía en sus manos ¿Con una simple flor lo perdonaría? Un ruido hizo que levantara la vista, la puerta del departamento de su novia estaba abierta. Se acercó tímidamente a ella y tomó el picaporte, abriendo un poco la puerta. Desde allí podía escuchar la dulce voz de Liah desde el salón, pero había alguien más, y precisamente esa no era la voz de ninguna de sus amigas.

Sin hacer ruido se acercó a la cristalera del salón intentando averiguar quién estaba ahí, pero que por desgracia no se podía apreciar lo que había al otro lado. No podía moverse. No sabía que hacer. ¿Entraba? ¿No entraba? ¿Qué debía hacer? Aquellas risas lo estaban volviendo loco. Liah reía sin parar con las bromas de aquella persona ajena, le gustaba verla sonreír, pero en aquel momento dolía, dolía que no sonriera para él. Los celos le pudieron, obligándolo a asomarse al fin, enojándose al ver aquella escena.

- ¡¡Liah!!

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